Me atraparás al vuelo,
y nunca a la pared
y si me dejas aire
en tus líneas dormiré.
Palabras de una musa
de baja maternal
Puede que al fin me conozca muy bien:
si fueran puntos grises mis rarezas,
cada tara que creé
de seguirlos con un lápiz al final
verías mi cara en el papel.
Por eso,
estoy por aquí otra vez
rebuscando en mi almacen esa palabra,
cónsul de mi timidez.
Ojalá encuentre la forma,
más me vale,
tengo un tema que acabar.
Si no aparece nunca,
o entiendo que no di con la palabra justa
y cuando al fin la encuentro llega aquel mar de dudas
si cuando me decido tú me detienes siempre
me aprietas justo aquí y dices:
No, mi leal traidor, inspiración-
cuando apareces menos hoy
Y soy.
Te quedarás dormida,
menuda novedad,
es peor mi geniocidio
cuando no te dejo hablar.
En la autopista de la vida
si te saltas la salida hay que esperar.
Puede
que no haya aprendido a aceptar
que escuadrones de moral judeocristiana
con su culpabilidad
nos seguiran por tierra, por el aire
y sobre todo por amar.
Puede
que esté demorando la acción.
A los doce tuve un sueño en que ganaba,
pero el sueño me venció,
desde entonces mis derrotas son las huellas del carnet
de ese tal yo.
Ahora escuchame,
ya he encontrado la palabra justa,
mejor prepárate,
tiene algo que a todos asusta.
Sí, la voy a soltar,
la quiero soltar.
Pronunciaré 'esperanza'
la gritaré por dentro si es lo que hace falta,
la escribiré mil veces, me alejaré de espaldas,
quizás de repetirla algo me quede.
No puedo permitir tu negación,
mi leal traidor inspiración,
de intermitente aparición,
como un ángel hallado en un ascensor.
Qué bien funcionas como recuerdo.
Acojo en mi hogar
palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera.
Examino cada jaula y allí,
ladrando vocales y consonantes,
encuentro sucios verbos
que lloran después de ser abandonados
por un sujeto que un día fue su amo,
y de tan creído que era,
prescindió del predicado.
Esta misma semana
han encontrado a un par de adjetivos transtornados,
a tres adverbios muertos de frio,
y a otros tantos de la raza pronombre
que sueñan en sus jaulas
con ser la sombra de un niño.
Señalo entonces
a las palabras que llevan más días abandonadas,
y me las llevo a casa,
las vacuno de la rabia y las peino a mi manera,
como si fueran hijas únicas,
porque en verdad todas son únicas.
Acto seguido,
y antes de integrarlas en un parbulario de relatos o canciones,
les doy un beso de tinta
y les digo que si quieres ganarte el respeto,
nunca hay que olvidarse los acentos en el patio.
A veces les pongo a mis palabras
diéresis de colores imitando diademas
y yo sólo observo como juegan en el patio de un poema.
Casi siempre te abandonan demasiado pronto
y las escuchas en bocas ajenas,
y te alegras, y te enojas contigo mismo,
como con todo lo que amamos con cierto egoísmo,
y uno se queda en casa,
inerte y algo vacío,
acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio,
siempre fiel, siempre contigo.
Pero todo es ley de vida,
como un día me dijo el poeta Halley:
Si las palabras se atraen,
que se unan entre ellas.
Y a brillar,
que son dos sílabas.
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